En mis recientes visitas al Centro Médico Siglo XXl, me he encontrado con visiónes surreales en espacios destinados a la salud.
Por ejemplo; la obra de Leonora Carrington en los patios y explanadas, también al interior del sitio destinado para congresos; congresos que últimamente se ven adornados por la múltiple oferta de terapias, desde el reiki, la acupuntura, de vidas pasadas, coaching, o la exposición de empresas farmacéuticas y sus más novedosas medicinas,o equipo médico.
La medicina en México se tiñe de surrealismo; desde que uno baja del metro en Hospital General, se encuentra con que venden libros de metafísica, herbolaria tradicional, amuletos, lociones para el consultorio, y es gracioso ver a medicos que nunca comprarían un te o una preparación herbolaria, comprando un amuleto o simbolo para el dinero, o para tener más pacientes.
El surrealismo avanza aún más, cuando entramos a las salas de Ortopedia u Oncología y vemos cuerpos y gestos aumentados y disminuidos por el dolor y el sufrimiento, miembros mutilados, reemplazos ortopedicos y biomecanicos, injertos, implantes, cosas fuera y dentro de lugares que retan a la mente a cavilar en realidades inimaginables.
La medicina tiene un gusto surreal, el entorno de un médico o de un terapeuta, pinta un cuadro aumentado; el dolor tiene tintes limítrofes con la muerte, carreras espacio-temporales se desatan cada vez que alguien trata de enfrentarse con la realidad de la enfermedad.
André Bretón, no estaba equivocado cuando dijo, "La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto"
Lo bello de la Medicina, es convulsivo a los ojos no entrenados, el cuerpo humano se abre de manera insospechada, sus fluidos escapan, sus músculos se tensan como cuerdas, el corazón palpita, los pulmones extienden sus ramificaciones cuál árboles.
La terapéutica es igual de surreal, desde el proceso de experimentación de los medicamentos a costa de seres vivos, de entes que se castigan en beneficio de personas, los procedimientos quirúrgicos que desmembran cuerpos, que recortan o aumentan capacidades, en contraparte tenemos quienes imaginan, que eso no es necesario, que mediante una imposición de manos, un pase de energia, un deseo o un decretó, toda la realidad del sufrimiento y la enfermedad desaparecen.
La realidad supera a la ficción, la expande y la contrae a grados ridículos, vergonzantes; mientras tanto, yo, trato de tomarme un café sin pensar en próstatas ni cardos marianos.
Brenda Rodríguez.
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